La forma de enterramiento en el mundo ibérico será la cremación. El cadáver era incinerado en una pira funeraria (ustrinum) siendo depositadas después las cenizas en una fosa (loculum) bien en urna cineraria o bien sin ella. Los tipos de enterramiento varían según la región, desde las cámaras sepulcrales de Andalucía hasta los enterramientos más simples del área catalana. En el sureste, la tumba la constituye el loculum al que con frecuencia se le superpone un túmulo funerario, compuesto de un encachado de piedra de tendencia rectangular compuesto de adobes, con o sin escalones.
En torno a las cenizas era depositado el ajuar, que generalmente aparece quemado, ya sea porque ha sido quemado a la vez que el cadáver bien porque ha sido depositado en el nicho en contacto con las brasas incandescentes. En algunas ocasiones, dependiendo de la riqueza del personaje enterrado, la tumba se remata con un monumento escultórico.
Generalmente, las necrópolis están situadas en las proximidades de los poblados. Este hecho se documenta en Coimbra en sus tres necrópolis; la de la Senda y el Barranco, utilizadas sobre todo durante la primera mitad del siglo IV a.C y que progresivamente son sustituidas por la Necrópolis del Poblado, de mayor extensión, y cuya utilización se prolonga hasta el siglo II a.C.
Las necrópolis no suelen extenderse sobre una gran superficie, por lo que la densidad de los enterramientos es muy alta, superponiéndose en muchas ocasiones los enterramientos, hecho que se atestigua en la Necrópolis del Poblado, pero no en la Senda y el Barranco donde la potencia estratigráfica era muy escasa.
En Coimbra el rito deposicional supone, en todos los casos documentados, la cremación en ustrinum trasladándose las cenizas inmediatamente después de la quema, junto con el ajuar, al nicho preparado para efectuar la deposición.
Los nichos atestiguados en las Necrópolis de Coimbra responden a tres tipos: cubiertas, nichos que generalmente son rectangulares y utilización de urna cineraria. La tumba más rica documentada en Coimbra del Barranco Ancho es la tumba 70, perteneciente al poblado. Su carácter principesco queda atestiguado por el ajuar que poseía y por su carácter monumental. El ajuar, de carácter femenino, refleja una excepcional riqueza por el número de objetos depositados, su originalidad y su valor suntuario.
Sobre el nicho se levantó un encachado cuadrangular, de algo de más de 4 metros de lado; sobre este túmulo se levantó un monumento funerario del tipo «pilar-estela».Dentro del ajuar, compuesto por numerosos platos, tres Kantharoi de cerámica ática de barniz negro, anillos y otros objetos de adorno, destacan un conjunto de vasitos de madera que testimonian el conocimiento del torno de carpintero, cuyo mecanismo exige una complicación técnica superior al torno de alfarero.
En las necrópolis se han encontrado numerosas terracotas, de diversas temáticas que muestran figuras masculinas y femeninas ataviadas de diferentes maneras. Los pedazos, que se hallan esparcidos por las necrópolis, es decir, que no pertenecen a enterramientos concretos, aportan numerosos datos sobre la religiosidad de la sociedad ibérica. Estas terracotas eran una de las ofrendas características de la religión ibérica, junto con los exvotos en bronce.
El santuario de Coimbra tiene exvotos en terracota, que copian modelos helenísticos, representando la cabeza de Démeter. Reflejan un culto relacionable con la Naturaleza y más concretamente con el carácter agrario o bien de protectora de la humanidad y del vínculo matrimonial de esta diosa.
La situación de los santuarios ibéricos viene determinada por la búsqueda de sitios donde sea propicia la manifestación del dios: cuevas, manantiales y lugares altos y abruptos, generalmente en importantes nudos de comunicación, como es el caso del Santuario de Coimbra del Barranco Ancho, en el que de momento no se ha podido documentar estructura constructiva alguna. Más que de verdaderos templos se trata de espacios destinados a guardar las ofrendas de los feligreses.